En  el comienzo de la construcción de la nación chilena, el araucano fue utilizado como aliado dentro del discurso político patriota. En este proyecto O’Higgins los incluye en su proyecto siendo su objetivo principal unificar fuerzas y lograr la consolidación de la causa patriota. Los araucanos se integran en una alianza militar, que aporta con su fuerza en el combate y además asegura la estabilidad en la araucanía mientras se logra el propósito. En 1820, con el desarrollo de la prensa no subordinada al estado (que responde a los intereses de la elite económica) se mantiene vivo el mito de la guerra latente. Esta elite quiere reemplazar a los araucanos por inmigrantes, para ayudar a la civilización del territorio. El estado implanta un pacto de gobernabilidad en los años 1830 a 1850 mediante el reestablecimiento de los viejos mecanismos fronterizos , que aseguren la mantención de la estabilidad. Al mismo tiempo, la mirada en estos años de la elite se vuelcan hacia el norte chico a los nuevos descubrimientos mineros desarrollados en esta parte del territorio. Al alero del pensamiento de Diego Portales, se quiere consolidar el proyecto de país moderno, en el cual los conceptos de orden y progreso son la columna vertebral. Por otro lado los penquistas intentan mantener sus relaciones comerciales con los indígenas en la frontera por sobre adquirir las tierras, ya que les permite desarrollar actividades económicas como la ganadería. Con este objetivo, las alianzas con caciques que apoyan estas relaciones comerciales son fundamentales. La apertura de los mercados de trigo y harina, y el desarrollo de la industria del carbón en la zona, incrementan los deseos de los terratenientes de expandir sus territorios para dedicarlos a estas actividades, deseos que se limitan por el temor que existe hacia los indígenas siempre omnipresentes en todas las actividades desarrolladas en la región. En 1848 Antonio Varas, en pos de estos objetivos económicos, se propone la civilización de la zona por medio de la educación y evangelización, mecanismos del primer atisbo de intervención real, estatal bajo el Bío Bío. En 1852 se crea la Provincia de Arauco  y se burocratiza la administración. Con esta entrada los funcionarios sopesan la realidad de la problemática, y de la envergadura de lo que se debe hacer para cumplir los objetivos planteados. Ahora se desarrollara un cambio radical en las estrategias: se instaura el método de la ocupación militar para asegurar la homogenización y la aplicación de leyes a todos los habitantes del territorio.  La prensa nacional desarrolla una sostenida presión para la ocupación de estos territorios y se comienza a formar una guerra de temores por la maximización de la problemática. Esta sostenida publicación hace revalorizar el carácter belicoso del araucano y así justificar la intervención armada del estado en esta zona. Este temor exacerbado por la prensa comienza a provocar una polarización en la es el ESTADO un ente unificador y es quien aplica el estado de derecho y las leyes, el representante de la civilización. Es el encargado de velar por DIGNIDAD NACIONAL al intervenir en un territorio de bárbaros, y así terminar de “pacificar” para finalmente ser una nación civilizada ante los ojos de los países desarrollados. Bajo este discurso integracionista se materializa la ocupación, cumpliendo con los fines de ampliación de tierras cultivables y provocando el desplazamiento paulatino y sostenido de los indígenas.   Existen tres importantes ejes en este tema: v     Los intereses económicos asociados a la intervención estatal en la zona.v     El rol de la prensa en la imagen de los habitantes de la región de Arauco.v     La inclusión e involucramiento de los habitantes de Arauco en el tratamiento de la cuestión.     Como primer punto, debo decir que el tema de los araucanos en el siglo XIX (y hasta hoy) ha sido tratado por el Estado como respuesta a los intereses y conveniencias coyunturales. Se puede ver con claridad en el texto, que fue solo cuando hubo intereses económicos potentes para la ocupación de los territorios, como la necesaria ampliación de las tierras cultivables para la plantación de trigo, cuando el Estado comienza a interesarse por la zona en cuestión. Esto ocurre también en la actualidad, un caso que ejemplifica es la central hidroeléctrica RALCO, y la problemática causada en torno a ella, la cual hace al Estado a involucrarse con el pueblo  mapuche (de la forma que sea), hasta ese momento fuera de toda consideración como tema de interés. Es así, como cuestiones económicas, tanto la necesidad de tierras cultivables en el siglo XIX como la construcción de una central hidroeléctrica en el siglo XX son necesarias para que el Estado tome una postura acerca del tema de la zona de Arauco y sus habitantes.  En el siglo XIX la postura mas clara era de eliminación del elemento indígena en pos de una homogenización y civilización del país, avalado en el lema “orden y progreso” del pensamiento portaliano. En el ejemplo citado, el apoyo a la iniciativa de la construcción de la central, por parte del estado, y en pos de la modernización, y del “crecimiento económico y social del país”[1] , se ve materializado en las autorizaciones y permisos otorgados por sobre la anterior legislación (hecha por el mismo estado) de los habitantes indígenas. Por otra parte, el rol de la prensa tanto antes como ahora constituye un mecanismo fundamental en la difusión de esta problemática, ya que sin ella seria imposible difundir una realidad tan poco tomada en cuenta en la vida en la ciudad. En el siglo XIX la prensa penquista no fue relevante en la toma de interés en el tema, presentando las ventajas de tener relaciones comerciales con los indígenas.  Sin embargo, cuando esta cuestión fue difundida por la prensa santiaguina y porteña, publicando sostenidamente la información del peligro de los indígenas se fue creando una imagen del conflicto y de los araucanos de ese tiempo que traspasó y perduró. (incluso hasta la historia que se imparte hoy en los colegios). En paralelo al ejemplo anterior, el tema de la Central Ralco y sus repercusiones solo estuvieron en los medios mientras duró la polémica y hubo inconvenientes para ver realizado el proyecto. Una vez terminado el proyecto y puesto en marcha disminuyo considerablemente el interés de los medios de comunicación masivos respecto de esta situación, la cual se dio por resuelta.   En tercer lugar la participación de los indígenas en el conflicto fue nula, ya que la validez de su postura fue invalidada por el estado por considerarlos como “bárbaros” e inferiores a lo que se pretendía, según el discurso, a realizar en el país. Es así, como esta institución relega a un segundo plano las necesidades  e intereses de este pueblo en pos de la necesidad de ampliar los territorios para mejorar la economía de la elite.  En conclusión, la cuestión de Arauco más que un conflicto étnico fue una estrategia político-económica. Esto, porque el motor de la problemática radicó en causas netamente económicas que se relacionaban con ampliar las tierras de cultivo para trigo; y que a través maximización y difusión de la problemática por la prensa,  avaló al estado para que, utilizando el discurso de “dignidad nacional”, interviniera militarmente la zona y replegara a los indígenas.  Texto de Abril de 2006


[1] Cita del comentario “Se inauguro la central Ralco en el Alto Bío Bío” de José Aylwin en http://www.mapuche-nation.org/espanol/html/medioambiente/ma-ntcs-05.htm